Esta es la crónica de una cantina Sin Rival.
Por Esteban Contreras Serratos
Huele a tierra mojada, como aquella Guadalajara de los años 50, ese olor vaga todo el tiempo en la cantina, un rayo de luz deja de iluminar los cuadros de Marilyn Monroe que están en la pared junto a la barra. El viento circula todo el tiempo alrededor del lugar, entra por las pequeñas puertas al estilo del viejo oeste que cuelgan de la vetusta pared, como un pequeño diente de leche que está apunto de caerse.
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